Antiguamente las personas vivían inmersas en el ritmo que la naturaleza les iba marcando a través del día y la noche, de las estaciones y del clima. Los ritmos de la naturaleza afectaban enormemente la vida de las personas, sus actividades y ritmos diarios, lo que comían, sus emociones y sus tradiciones y festejos. Algunas estaciones, por sus características invitaban más al gozo mientras otras requerían más de trabajo y disciplina.
En la actualidad, en parte gracias a todas las herramientas y tecnología que nos facilitan la vida diaria, parece que estos cambios de la naturaleza nos son más ajenos, especialmente en países como el nuestro dónde los cambios son un poco más sutiles que en otras partes del mundo. Nuestras vidas parecen estar tan inmersas en el vaivén diario, que difícilmente nos damos cuenta de los pequeños cambios que nos rodean. Sin embargo, en todas las civilizaciones de todo el mundo, hay celebraciones que reflejan estos ritmos de la naturaleza, y que nos permiten mantenernos conectados con los ciclos de la tierra para así podernos nutrir de ellos.
En nuestra comunidad, Elhilar, estas celebraciones marcan la cadencia del año, cada estación posee festividades únicas que nos acercan a lo que ocurre en la naturaleza. Cada una de estas festividades fomentan la reverencia y la gratitud, la apreciación por cuanto tenemos y por la dicha de poder compartir en comunidad. Cada estación nos trae una cualidad diferente, que se percibe tanto físicamente en la naturaleza como en nuestro estado de ánimo y en el tipo de actividades que realizamos.
En esta ocasión queremos compartirles cómo celebramos y acompañamos el otoño y especialmente la fiesta de la de la cosecha.
El otoño es una de las temporadas donde se percibe mayor cambio: los días se acortan gradualmente, el aire cada vez resulta más frio y las hojas poco a poco cambian de color y se secan hasta dejar las ramas de los árboles vacías. Después de la explosión de actividad que hubo en el verano, el otoño nos invita a ir a casa, a recuperar el ritmo de nuestras vidas. Aún en lugares donde el otoño no es tan marcado, si ponemos atención, puede ser verdaderamente mágico.
En nuestros salones, este cambio se va viendo dentro de la decoración. Poco a poco podemos observar hojas secas y piñas que decoran nuestros muebles, colores ocres y naranjas que dan vida a nuestra mesa de estación y los dibujos en los pizarrones reflejan la belleza otoñal de los jardines. En nuestras caminatas por el bosque, el cambio de estación se nota fácilmente, al suelo se va llenando de hojas, piñas de pino, bellotas y demás elementos que los niños empiezan a recolectar. Estos suministros se convertirán en hermosas manualidades que los niños harán durante las siguientes semanas.
Es en este momento del año que los campos nos ofrecen un regalo de oro, el grano de trigo. Lo que se cosecha es el resultado de todo el trabajo que se hizo previamente en la tierra. Nosotros, buscando crear una relación sana con la naturaleza, queremos no solamente recibir y disfrutar de todos los frutos que el otoño tienen para ofrecernos, sino también queremos agradecerlos cuidando y proveyendo a nuestro entorno.
Desde épocas ancestrales, en muchas culturas, se celebra la cosecha para dar gracias a los dioses por los alimentos recibidos, y en este agradecimiento buscaba garantizar durante un año más el alimento. Ésta es una de las fiestas más longevas de la humanidad, y ha ido cambiando con el tiempo a llamarse de diferentes formas según la región o cultura, como por ejemplo el “Día de Acción de Gracias”, cuyo origen probablemente provenga de esta misma fiesta.
En Elhilar, queremos inculcar en nuestros niños este agradecimiento de forma constante, valorando y siendo consciente de todo lo que recibimos. Las canciones, los cuentos y las historias de esta época, así como la fiesta de la cosecha, son formas muy ilustrativas que nos ayudan a lograrlo.
A mediados de octubre celebramos la cosecha, como una fiesta de agradecimiento a Dios, a la naturaleza y a los hombres que la han trabajado, no con una creencia supersticiosa, sino con un auténtico reconocimiento y gratitud por todas las cosas, ayuda y dones que recibimos. El día de la celebración, en comunidad nos dirigimos a una huerta cercana, donde ayudamos a cosechar los productos locales, en un ambiente de alegría, compañerismo, reverencia y gratitud, cuidando especialmente de proteger y no maltratar las plantas que cosechamos.
Después del arduo día de trabajo de cosechar, celebramos en comunidad compartiendo los deliciosos alimentos que la tierra nos brindó. De éste celebración, nos llevamos un respeto profundo por la gente que trabaja la tierra, una admiración y valoración por los alimentos que nacen de ella, y la alegría y la gratitud de un día espectacular.
Y así, hilamos con la naturaleza y el aprendizaje en comunidad…
Por: Luciana García y Diana Sánchez