Después de unas ricas y merecidas vacaciones llenas de grandes aventuras, risas y energía desbordante, llega el otoño, una estación de transición sutil hacia el invierno, que nos enseña el cambio en la naturaleza.
En la ciudad de México, las lluvias cesan, los días se acortan, el frío aumenta. Algunos árboles como los sauces, los perales y los tejocotes se pintan de otros colores para posteriormente perder sus hojas. El viento está presente y, además de hacer volar las hojas, nos despeina y nos desata el moño. Nuestro país se vuelve hogar de varias aves migratorias como los chipes coronados (Dendroica coronata) y, cerca de nuestra gran urbe, con muy poco esfuerzo, podemos admirar la llegada de las hermosas mariposas monarcas. Los amarillos y los naranjas se intensifican: mandarinas, tejocotes, cempasúchil, naranjas, guayabas, entre otros. Resaltamos que en estas semanas, con rituales ancestrales, se lleva a cabo la cosecha del maíz, grano de oro, base esencial de nuestra alimentación y cultura.
Del mismo modo, el otoño es una temporada que nos invita a estar más en casa, agradecer por lo que el verano nos dio, honrar a los que ya no están, prepararnos para cerrar el año. Para notar esos cambios hay que detenerse, observar, bajar el ritmo. En la pedagogía Waldorf, el ritmo es uno de los ejes claves para acompañar a los niños. El ritmo más evidente, natural, orgánico, después del latido del corazón de una madre es el paso del tiempo marcado por las temporadas. Estas dan lugar a festividades, pero también a los ritmos que se establecen diariamente, semanalmente, nuestro ritmo, el de nuestros hijos.
Una herramienta relacionada con este tema que podemos fácilmente implementar es la “mesa de estación”. Esta tiene como fin replicar dentro de nuestro hogar lo que la naturaleza nos regala. Es un elemento muy útil y atractivo que por lo general a los niños les encanta. Nos facilita reconectar con la naturaleza, con nuestra creatividad y finalmente crear un lindo ritual familiar.
En el lugar que ustedes consideren adecuado (un mueble, un estante, un rincón, etc.) habiliten un espacio que permanecerá a lo largo del año. Aseguren que esté al alcance visual de los niños y decórenlo de acuerdo con lo que vean afuera. Pueden utilizar telas (como las bellas sedas que tienen en la escuela) para recordar los tonos de la época, poner los tesoros que los niños traen del bosque, hacer animales o personajes de fieltro o tejidos, entre otros.
Un bello elemento es hacer una madre tierra y vestirla de acuerdo con las temporadas o un padre otoño que nos acompañe en esta época en particular. Yo hago esa mesa progresivamente, involucrando a mis hijos, lo platicamos, imaginamos, pensamos en las fiestas que vendrán. Eso ayuda a aterrizar. Para los niños grandes también se puede incluir temas que estén estudiando en historia, por ejemplo.
Otra pieza valiosa es utilizar un calendario, en la comunidad el “Waldorfsorri” es muy popular.
Aquí pueden encontrar información al respecto https://www.demicasaalmundo.com/blog/como-ensenar-el-ritmo-anual-los-ninos/. Alberto Valencia, papá de Constanza los puede hacer sobre pedido, pero también si les nace lo pueden hacer ustedes. Es un bonito trabajo de introspección, sobre todo en definir la imagen que quieren poner cada mes, que es lo que ustedes quieren trabajar o reflejar.
La antroposofía propone que la mesa misma tiene un ritmo y que cada semana se puede incorporar un elemento que representa los reinos de la naturaleza:
Primera semana: mineral
Segunda semana: vegetal
Tercera semana: animal
Cuarta semana: humano
¡Esperamos que estos pasos los ayuden a hacer una “mesa de estación” en casa! No duden en mandar fotos y compartir sus creaciones.
Les mandamos unas cuantas imágenes para que se inspiren.
Con cariño,
Marielle
Mesa de Estación en la familia Albarrán Díaz
Mesa de estación de la familia Martínez Sestier
Principio de mesa de estación veraniega en salón de papás
Mesa de estación en Jardín de Niños