Elhilar

Estamos viviendo en un mundo cada vez más acelerado, un mundo que nos envuelve en su frenesí y nos lleva a ir cada vez más rápido. Necesitamos cada vez MÁS, más clases, más tecnología, más espectacularidad, más distracciones, más conocimientos, más, más, más. Esto está haciendo que vayamos poco a poco teniendo menos capacidad de estar, de admirarnos por lo que nos rodea y disfrutar las cosas sencillas de la vida. Simplemente ESTAR nos empieza a llenar de ansiedad, necesitamos revisar el celular, prender la televisión, distraernos con algo que nos aleje de esa sensación tan desagradable. Esto está ocurriendo en nuestra vida de adultos y por supuesto está permeando a la de los niños, también para ellos queremos cada vez más, más conocimientos, más idiomas, más clases, más actividades y en este buscar darles cada vez más y más pronto, mucha veces les estamos quitando la posibilidad de vivir cada etapa de su vida a fondo y sin prisas. Este fenómeno se ve claramente en las escuelas, donde cada vez queremos que tengan más conocimientos y más pronto. Parece que quisiéramos que los niños estén preparados para el mundo adulto desde ahora, sin darles tiempo de terminar de ser niños. Una de las pedagogías que nos permite contrarrestar este frenesí es la Pedagogía Waldorf, desarrollada por el austriaco Rudolf Steiner. En ella se busca justamente proveer el espacio y el tiempo adecuado para que cada niño pueda irse desarrollando a su propio ritmo, permitiéndole vivir cada una de las etapas de su vida de forma profunda, teniendo el tiempo de desarrollar los diferentes aspectos de sí mismo. La currícula está enfocada en el momento de desarrollo que vive el niño, buscando de esta manera siempre empatar la madurez del niño con lo que queremos enseñarle. De esta manera los niños de Jardín de infancia, que aún están inmersos en el ambiente físico y emocional que los rodea y se encuentra absorbiendo el mundo a través de los sentidos, reciben un ambiente cálido, rítmico y cuidado, donde los maestros tienen la gran responsabilidad de crear un entorno digno de imitar ya que en estas edades los niños responden justamente con la imitación a todo el aprendizaje que deseamos transmitirles. En estos primeros años la energía de los niños se encuentra en su cuerpo, están buscando aprender a controlarlo cada vez mejor y necesitan “hacer” mucho más que “saber”. A través de este hacer los niños están preparándose, física, emocional y cognitivamente para el momento en que iniciemos con el aprendizaje académico, el cual se empieza a introducir en la primaria. Los trabajos manuales, así como el trabajo doméstico, ayudan no solamente a este “hacer” sino también a sentir el valor del esfuerzo viendo lo útil del resultado, sintiéndose además capaces y útiles al tener algo que aportar al grupo. Los niños en los Jardines de infancia Waldorf aprenden a tejer con los dedos, a coser, a modelar con cera, a pintar con acuarela e incluso a tallar madera con navaja. El aprendizaje a esta edad se da a través del juego, es en él donde los niños empiezan a desarrollar sus habilidades sociales, a resolver problemas, a desarrollar su fantasía y a crear experiencias que les vayan permitiendo entender el mundo que les rodea. Estas experiencias posteriormente se podrán analizar desde un punto de vista más intelectual que les permita ir entendiendo los conceptos del estudio académico. Los niños de primaria son muy diferentes, ya están ansiosos por saber y es el momento adecuado para empezar a enseñarles académicamente, sin embargo, al igual que en el preescolar esta enseñanza tiene que ser útil para los niños. Ellos solamente se van a beneficiar de la información que les interesa, es por esto por lo que la forma en que la presentamos hace tanta diferencia en el interés que despierta en ellos.

En las escuelas Waldrof el arte está presente en todas las clases, buscando que todo lo que se enseña esté envuelto en imágenes, tanto visuales como auditivas. De esta manera los niños asocian estas imágenes y es mucho menos probable que lo olviden. Por ejemplo, si queremos enseñarle la letra M, primero le narraremos la historia de una gran montaña que da sombra a un pequeño pueblo, la maestra dibujará esta montaña y los llevará a que ellos hagan lo mismo en sus cuadernos, posteriormente la montaña se transformará en una M y así el niño, al recordar la letra, recordará la historia y el dibujo con el que fue presentada y no olvidará la forma en que se traza. Entre más se imagine el niño la narración de la maestra, entre más detalles pueda “ver” en su imaginación, más probable es que lo recuerde. Esto aplica también para lo que leemos, todo aquello que apela al a imaginación facilita el aprendizaje y la memoria. La capacidad de imaginar va íntimamente ligada a la capacidad de aprender y el desarrollo de esta está muy ligado al desarrollo de la fantasía los primeros años. El movimiento forma parte fundamental de las clases ya que cuando nos movemos estamos realizando conexiones neuronales, y si además lo realizamos mientras aprendemos algo tenemos muchas más posibilidades de integrar ese aprendizaje. El arte está presente tanto en el aprendizaje como en el movimiento, los niños aprenden además de a pintar y dibujar, a esculpir en cera y barro, a tejer con agujas, con gancho y a hacer telares y trabajar la madera. Adicionalmente éste se presenta en el canto, los instrumentos y la danza. El vínculo con los maestros forma parte fundamental de la escuela, la relación que se crea entre ellos es determinante, tanto por la influencia que tiene en la percepción que tienen los niños de sí mismos como en la disposición e interés que tienen para aprender. En esta pedagogía los maestros acompañan a los niños durante todo su trayecto por la primaria, es decir, inician en primer grado con ellos y continúan siendo sus maestros todos los años hasta llegar a 6to. Esto fortalece el vínculo y la relación entre ellos. La meta de esta pedagogía es desarrollar individuos capaces por sí mismos de dar significado a sus vidas, esto se logra permitiéndole a los niños conocerse, conocer sus gustos, sus habilidades, sus debilidades y emociones. Ayudándoles a crear, con calma y sin prisas, los cimientos que les brindaran la fuerza y la madurez para en el momento adecuado enfrentarse a todo el vertiginoso mundo adulto.   Por: Diana Sánchez